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La Practica del no sufrir

La siguiente práctica es la del no sufrir, lo cual quiere decir no escribir historias sobre nuestro dolor. Aquí nos abrimos a la posibilidad de aprender directamente de la infinita sabiduría del Universo –ya no necesitamos padecer las mismas desgracias una y otra vez-. Sin embargo, es imperativo que aprendamos nuestras lecciones o acabaremos perpetuando nuestra propia infelicidad. En Oriente, a esto se le llama romper el ciclo del karma y entrar en el dharma. Los laicas lo llaman practicar el «éxtasis».

El sufrimiento se produce cuando formas una historia en torno de los hechos. En algún momento, vas a perder a uno de tus padres, o a un ser querido o un empleo, y entonces podrás convertir este hecho en un relato tan dramático como desees. Por ejemplo, te puedes decir a ti mismo: «Ahora ya no tengo madre, nadie va a cuidar de mí». Esto se convertirá en algo enorme, y los otros te verán siempre como «la persona que ha perdido a su madre».

A menudo decidimos lo importante que nuestra historia debería ser guiándonos por la opinión de los demás, de la misma forma que cuando un niño pequeño se cae, mira inmediatamente a su madre, como preguntando: « ¿Cómo de grave ha sido la caída? ¿De qué forma debo comportarme?». Luego crea una historia que se ajuste a la intensidad de la reacción de su madre. De la misma manera, nos rodeamos de amigos que se compadecen de nosotros; sin embargo, al hacer esto, les permitimos colaborar en nuestra historia de víctima, e incluso agrandarla. Puede que nos digan que no deberíamos estar irritados con nuestra situación; ¡deberíamos sentirnos furiosos! O puede que reconozcan que tenemos todo el derecho de sentirnos fatal o profundamente resentidos. En cualquier caso, con su aliento, creamos una historia dramática en que la gente se aprovecha de nosotros, no nos comprende y nos maltrata.

Buda vino a enseñarnos que aunque el sufrimiento es parte de la condición humana, no es necesario. Esto no quiere decir que el dolor no exista –el dolor es inevitable porque todos tenemos un sistema nervioso que siente el fuego y la pérdida-. Como les suelo decir a mis alumnos, si quieres comprender la diferencia entre el dolor y el sufrimiento, prueba lo siguiente: cuando te estés dando una agradable ducha caliente, gira la llave hacia la posición de frío, pero hazlo en dos etapas. Primero, coloca la mano sobre el grifo y nota cómo tu cuerpo se estremece en anticipación a lo que va a suceder –esto es sufrimiento-. Luego, cuando gires de golpe la llave hacia la posición de frío, lo que vas a experimentar es dolor. Como puedes ver, el sufrimiento y la angustia suceden cuando te pones a pensar en lo fría que va a estar el agua y lo mucho que te va a doler cuando la sientas golpeándote la piel.

Cuando un dentista administra un anestésico local, puede extraerte un diente y no vas a sentir el menor dolor. Sin embargo, sí sentirás una sensación de tracción o presión. Deberíamos ser capaces de relajarnos totalmente, conscientes de que no sentimos ningún dolor, pero nuestra mente comienza a pensar en la experiencia en cuestión: «Ése es el sonido del taladro, y ¡realmente me está sacando un diente!». Nos ponemos nerviosos y nos sentimos incómodos porque estamos creando una historia en torno a un dolor que ni siquiera estamos sintiendo.

Cuando practicas el no sufrir, aceptas los hechos de la vida y las lecciones que han venido a enseñarte. Si estos hechos son dolorosos, naturalmente vas a sentir ese dolor, pero no lo intensificas agravando la historia y diciéndote a ti mismo: «Esto es devastador. No puedo soportar el sufrimiento de vivir sin mi pareja. Es demasiado grande. Me va a destruir».

Después de haber perdido a un ser querido, es natural que tus sentimientos de tristeza se activen de vez en cuando. Puedes experimentar esa pena y escribir un relato heroico en que el dolor sea una parte importante de tu curación, o una historia que te confirme como víctima y te condene a un sufrimiento aún mayor. Puedes pensar: «Yo lo amaba tanto… Él me dio tantas cosas buenas, y le estoy agradecido por eso. Fue maravilloso tener ese tipo de relación con otro ser humano, y me gustaría tener otra así algún día». O puedes decir seguir diciéndote a ti mismo: «No puedo creer que haya muerto. Es tan injusto… Nunca lo superaré». Como ya sabes, cada historia es una profecía que se cumple a si misma. La primera promueve la curación, y la segunda, el sufrimiento. Una vez renuncies a aferrarte al sufrimiento, podrás dejar de aprender tus lecciones a través de traumas, conflictos y mala suerte – y serás capaz de comenzar a aprender directamente del conocimiento en sí.

Tomado del Libro Las Cuatro Revelaciones del Dr. Alberto Villoldo, esta práctica forma parte de la primera revelación.

Fuente: Bogar Blancarte

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Amargarse la Vida es fácil… (Reflexion)

Es relativamente frecuente encontrarnos con personas instaladas en la amargura, en la tristeza, el pesimismo y el desinterés. Todos conocemos a personas empeñadas en encontrar el lado negativo de todo lo que pasa a su alrededor: son los pesimistas tenaces.

Cualquiera de nosotros tiene motivos, casi cada día, para preocuparse o entristecerse, pero estropearse la vida a propósito es una habilidad que se aprende, no es suficiente con sufrir experiencias negativas.

¿Cómo vivir en la amargura y la infelicidad? :

– Créate problemas, y si no tienes bastante con los tuyos asume como propios los de los demás, y recréate en ellos.

– Llena tu vida de complicaciones reales o ficticias y concede gran importancia a todos los sucesos negativos.

– Piensa que siempre tienes la razón, todo es blanco o negro, y solo existe una verdad absoluta: la tuya.

– Rechaza de entrada lo que digan los demás. Si la idea o propuesta no es 100% tuya, deséchala, seguro que no te aportará nada.

-Vive obsesionado/ a.

– Elige un acontecimiento suficientemente negativo de tu memoria, conviértelo en recuerdo imborrable y tráelo a tu mente una y otra vez, hasta que solo vivas para pensar en ello. Así, los acontecimientos cotidianos no absorberán tu atención.

– El presente no merece la pena, piensa siempre en el futuro. Aplaza el disfrute de los placeres de este o aquel momento, porque no puedes saber lo que te deparará el futuro.

– Confórmate con lo malo conocido y no te arriesgues ante lo bueno por conocer.

– Tortúrate pensando en todo lo negativo que te podría ocurrir dentro de unos años.

– Jamás te perdones. Llegarás a un punto en el que tan solo sentirás autocompasión.

– Piensa que tú eres la única persona responsable de lo que te ocurre y nunca creas que haya situaciones que escapan a tu control.

¿Qué hacer para no dejarnos invadir por los pensamientos negativos?:

– Reflexionar sobre la influencia que nuestros pensamientos o interpretaciones tienen sobre nuestras emociones y conductas.

-Identificar los pensamientos que nos hacen sentir mal en una situación determinada. Una vez identificados, debemos controlarlos, objetivarlos, anotarlos en un papel y asociarlos a las circunstancias que los crearon, para reflexionar sobre ellas.

– Analizar estos pensamientos para ver hasta qué punto se corresponden con la realidad y en qué grado nos afectan.

– Finalmente, busquemos pensamientos alternativos a los que nos hacen sentir mal, estos deben ser racionales y positivos.

Recuerda que, después de una gran tormenta, sale el Sol! Y todo vuelve de nuevo a la normalidad.

Se muy Feliz!!! Hoy, mañana y siempre!!!
-Autor desconocido