La enfermedad, además de una desarmonización de nuestro ser, es el lenguaje que utiliza el cuerpo para decirnos que algo funciona mal en nuestra vida. Y así, si el problema es menor, nos lo dice con un susurro provocándonos un leve dolor.
Si el problema es mayor, nos habla en voz más alta. Y si la cuestión es grave, nos «grita» haciendo el dolor insoportable. Dolor, pues, que al igual que la enfermedad es una llamada de atención que nos indica que algo no funciona bien.
El ser humano, atendiendo a la nueva concepción que lo define como una unidad de conciencia en evolución, forma parte de la Gran Conciencia Global manifestada en el holograma Universal. Razón por la cual podemos también identificarlo como el Todo en potencia -recuérdese el antiguo postulado de Hermes Trismegisto:
«El Todo está en la parte; la parte está en el Todo», un Todo que debe ir identificando paso a paso a lo largo de su interminable camino evolutivo. Desde este punto de vista, el objetivo de la evolución sería, pues, ir descubriendo la «información» codificada para integrarla y, de ese modo, ir ampliando la consciencia del ser y de su relación con el entorno.
Así, la enfermedad que se hace patente a través de los síntomas representa una señal, un aviso de que hay algo que modificar. Se la conceptúa pues como el lenguaje del cuerpo para permitir al individuo introducir cambios y corregir comportamientos que le crean desarmonía.
Poder identificar las causas de las dolencias buscando su origen un poco más allá de las causas físicas asomándonos a los desequilibrios emocionales, a los pensamientos no armónicos e, incluso, a la contradicción entre lo que nos dicta nuestro interior y lo que vivimos en el exterior nos plantea una actitud nueva de autorresponsabilida d e independencia frente a nuestros procesos de cambio y crecimiento.
¿POR QUÉ ENFERMAMOS?
Cuando escuchamos por boca del médico el diagnóstico de que sufrimos tal o cual enfermedad no podemos evitar preguntarnos: ¿por qué?, ¿qué hemos hecho nosotros para que nos suceda eso?
Y la respuesta casi siempre tiene el matiz de un cierto sentimiento de injusticia o, cuando menos, de incomprensión. Mucha gente cree aún que la enfermedad se produce por injerencias externas que en forma de virus o bacterias atacan el buen funcionamiento de nuestro cuerpo.
Sin embargo, eso no explica por qué en la misma situación no se contagian todos los que han estado expuestos a ese ambiente contaminado.
Y es que las respuestas deben ser complementadas con nuevas ideas que nos hagan encontrar razones en otros campos más sutiles que interaccionan con nuestro cuerpo físico y que conforman también nuestra personalidad, como son los aspectos emocionales y mentales.
La ciencia no duda ya de la realidad de la interacción mente-cuerpo y conoce el efecto que los estados emocionales (depresión, amor, cólera, odio, amor, generosidad, alegría, optimismo… ) producen en el organismo. Sin embargo, queda aún mucho camino por recorrer hasta que se produzca un encuentro entre la Medicina tradicional y la Medicina Holística o Integral. Porque esta última defiende que la mayoría de las enfermedades físicas son el resultado de una sobrecarga de crisis emocionales, psicológicas y espirituales.
Hoy, ante la aparición de los primeros síntomas, empieza la búsqueda implacable de culpables: ¿por qué ha fallado el corazón? ¿un excesivo nivel de colesterol?, ¿una vida demasiado sedentaria?, ¿un excesivo consumo de grasas o sal? ¿Por qué ese cáncer? ¿quizá el tabaco?, ¿la radiación ambiental?, ¿los genes…? Es decir, siempre se busca la razón de la enfermedad en el mundo físico. Sin embargo, en la mayoría de los casos no es ahí donde hay que buscar sino en el plano emocional y mental. De hecho, se ha comprobado que previa a la aparición del síntoma de la enfermedad hay alteraciones en esos otros niveles que han provocado finalmente la disfunción física.
La verdad es que hoy nadie pone en duda que el rencor, el odio o la depresión producen reacciones químicas en nuestro organismo, confirmación de que son nuestros pensamientos y emociones los que desencadenan el proceso -o, al menos, coadyuvan en él- que nos lleva a caer enfermos. Y son ya muchos los profesionales de la Medicina y la Psicología que afirman hoy que la causa de la enfermedad se relaciona fundamentalmente con las tensiones internas presentes en la vida de una persona.
Tensiones que se podrían identificar con la culpa, el rencor, el odio, la falta de ilusión por la vida, la falta de autoestima y el miedo en todas sus manifestaciones. Factores todos ellos desencadenantes de grandes «epidemias» tanto físicas como psicológicas.
-Autor desconocido
Me parece muy interesante toda las propuestas acerca de la enfermedad, todo está en la mente y nosotros no solo somos cuerpo, he pasado por una laringitis severa y me he detenido a pensar y corregir mis defectos, ahora me siento mejor, gracias por este post. Saludos
Asi es, el poder esta en nuestra mente. Gracias por tu comentario =)