Las observaciones del telescopio de rayos gamma de la ESA, Integral, ponen en duda las bases de la física posterior a Einstein, al demostrar que la granularidad cuántica del espacio tiene una escala mucho menor de lo que se pensaba.
La Teoría de la Relatividad General enunciada por Albert Einstein describe las propiedades de la gravedad y asume que el espacio-tiempo es suave y continuo. Por otra parte, la Mecánica Cuántica sugiere que el espacio presenta una estructura granular en las escalas más pequeñas, como la arena en una playa.
Uno de los principales retos de la física moderna es conciliar estos dos conceptos en una única teoría, conocida como gravedad cuántica.
Los resultados de las observaciones realizadas por el satélite Integral de la ESA imponen unos nuevos límites para el tamaño de estos gránulos cuánticos, demostrando que tienen que ser mucho más pequeños de lo que predecían las hipótesis actuales.
Según los cálculos, la presencia de estos gránulos microscópicos debería alterar la forma en que se propagan los rayos gamma por el espacio, cambiando la dirección en la que oscilan, una propiedad conocida como polarización.
Los rayos gamma de alta energía deberían ‘retorcerse’ más que los de baja energía, y la diferencia en su polarización podría ayudar a estimar el tamaño de los gránulos cuánticos.
Philippe Laurent y su equipo de CEA Saclay han utilizado los datos generados por el instrumento IBIS de Integral para buscar diferencias en la polarización de los rayos gamma de alta y baja energía emitidos durante uno de los destellos de rayos gamma (GRBs) más intensos jamás detectado.
Los GRBs tienen su origen en los fenómenos más violentos del Universo. Se piensa que la mayoría de los GRBs se generan cuando una estrella muy masiva colapsa en una estrella de neutrones, o cuando un agujero negro se alimenta de los restos de una supernova. Estos fenómenos tan energéticos emiten un gran pulso de rayos gamma que dura apenas unos pocos segundos o minutos, pero que llega a brillar más que galaxias enteras.
El GRB 041219A se produjo el 19 de diciembre de 2004, y se catalogó inmediatamente dentro del 1% de los GRBs más intensos jamás detectados. Su brillo fue tan intenso que Integral pudo medir con precisión la polarización de sus rayos gamma.
Laurent y su equipo buscaron diferencias en la polarización de los rayos gamma a distintos niveles energéticos, pero no fueron capaces de detectar nada dentro de los límites de resolución de los datos. 10-35 metros (un milímetro equivale a 10-3 metros).
Los datos adquiridos por Integral, cuya resolución es unas 10 000 veces mejor que la de cualquiera de sus predecesores, sugieren que la granularidad cuántica debe ser del orden de los 10-48 metros, o incluso menor.
«Estos resultados son muy importantes para la física fundamental, y permitirán descartar algunas de las hipótesis de la teoría de cuerdas y de la gravedad cuántica de bucles», explica Laurent.
Integral realizó una observación similar en el año 2006, al detectar una emisión polarizada procedente de la Nebulosa del Cangrejo, los restos de una supernova que se encuentran a tan sólo 6500 años luz de la Tierra, en nuestra propia galaxia.
Esta segunda observación, sin embargo, aporta menos información, ya que se estima que el GRB 041219A se originó a unos 300 millones de años luz de la Tierra, y el giro debido a los gránulos cuánticos se va acumulando a medida que los rayos viajan por el espacio, hasta alcanzar una magnitud detectable.
Como ninguna de estas dos observaciones ha permitido detectar variaciones en la polarización de los rayos gamma, se piensa que los gránulos cuánticos tienen que ser más pequeños de lo que sugerían las primeras hipótesis.
«La física fundamental puede que sea una de las aplicaciones menos evidentes de los datos de Integral», explica Christoph Winkler, Científico del Proyecto Integral para la ESA, «pero nos ha permitido dar un gran paso en el estudio de la naturaleza del espacio».
Según aparece publicado en la revista Nature Photonics, por primera vez en la historia una célula viva ha sido inducida a producir luz láser. El trabajo, elaborado por un grupo de investigadores de Estados Unidos, utiliza una sola célula humana y un poco de proteína de medusa para crear un rayo láser de débil intensidad. La luz producida tiene un espectro de emisión único, que depende tanto de la estructura de la célula como de las proteínas que se encuentran en su interior. Las células emiten rayos láser direccionales, visibles a simple vista, sin que su estructura sufra daño alguno.
Un equipo de científicos estadounidenses, pertenecientes al Centro Wellman de Fotomedicina del Hospital General de Massachusetts, liderado por Malte Gather y Seok-Hyun Yun, consiguieron por primera vez que una célula viva emitiese luz láser. Los investigadores utilizaron una proteína verde fluorescente (GFP, por green fluorescent protein) como «medio activo» del láser, es decir, el sitio en el que tiene lugar la amplificación de la luz. La GFP es una molécula conocida y bien estudiada, que fue aislada por primera vez en las medusas. El trabajo, que ha sido publicado en la revista Nature Photonics, tiene el potencial de revolucionar la biología, ya que proporciona una suerte de “linterna” que permite iluminar un sistema vivo desde su interior.
Pero, ¿cómo es posible que una célula viva emita luz láser? La técnica empleada por este equipo parte del desarrollo de células de riñón modificadas genéticamente para que sean capaces de producir la mencionada proteína proveniente de las medusas incandescentes que emite luz. Luego, las células se colocaron entre dos minúsculos espejos, de unas 20 millonésimas de metro de ancho, para que hiciesen las veces de «cavidad láser». Dentro de esa cavidad la luz rebotó, atravesando repetidamente cada célula. Al bañar cada célula con luz azul se la vio emitir un haz intenso de láser color verde. El procedimiento no dañó las células, que se mantuvieron vivas durante y después del experimento.
Luz desde el interior
Los autores del trabajo explican que si durante el proceso de la emisión de luz láser las proteínas emisoras de luz resultan destruidas, la célula simplemente se “autorepara”, produciendo más GFP. «Esto nos posibilitará observar procesos intracelulares con una precisión sin precedente», dijeron los científicos al referirse a las implicaciones que puede tener su investigación en el campo de la medicina.
«En general se buscan mecanismos para hacer que un haz láser generado en el exterior pueda penetrar profundamente el tejido, para mejorar terapias, diagnóstico y técnicas de imagen basadas en luz. A partir de ahora, podremos resolver este problema de otra forma, amplificando la luz que se encuentra en el propio tejido». La luz láser se diferencia de la luz común en que su espectro de colores es muy reducido y sus “ondas” oscilan todas en forma sincronizada. «La tecnología láser comenzó en la física, y son vistos como dispositivos de ingeniería», dice Seok-Hyun. «Es la primera vez que utilizamos materiales biológicos para construir un láser y generar luz a partir de algo vivo», agrega. Las células provienen de los riñones de embriones humanos, y aunque la luz que emiten es mucho más débil que la de un láser basado en semiconductores, su intensidad es al menos 10 veces mayor que la luz que emite la fluorescencia natural de las medusas.
Un grupo de físicos de la Universidad Tecnológica de Chalmers en Gothenburg, Suecia, ha logrado algo casi «divino».
Ha producido fotones visibles a partir de las partículas virtuales que se creía existían en el vacío cuántico. En pocas palabras: han obtenido luz prácticamente de la nada.
Para conseguir esta hazaña científica, algo que hasta ahora era solo una teoría, el equipo ha utilizado un dispositivo superconductor de interferencia cuántica (SQUID) que consigue modular la velocidad de la luz.
Los investigadores presentarán sus conclusiones la próxima semana en Padua, Italia. De momento, la investigación aparece publicada en arXiv.org, y los autores no quieren ofrecer más datos hasta que su trabajo esté listo para su publicación en una revista de alto nivel. Sin embargo, científicos que no están directamente vinculados al equipo de Chalmers aseguran en la web de Nature que el resultado es impresionante. Si la investigación se verifica, se convertirá en una de las pruebas experimentales más inusuales de la mecánica cuántica en los últimos años y «un hito importante», afirma John Pendry, físico teórico del Imperial College de Londres, ajeno al estudio. «Es un gran avance», añade Federico Capasso, un físico experimental en la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, quien ha trabajado en los efectos cuánticos similares.
El experimento radica en uno de los más extraños y más importantes principios de la mecánica cuántica: el principio de que el espacio vacío es…. todo lo contrario. La teoría cuántica predice que el vacío es en realidad una espuma retorcida en el que las partículas revolotean.
La existencia de estas partículas es tan fugaz que a menudo se describe como virtual. Sin embargo, puede tener efectos tangibles. Por ejemplo, si dos espejos se colocan muy muy próximos entre sí, las partículas virtuales que existen entre ellos y fuera crearán una fuerza que empujará las placas metálicas entre sí. Es lo que se conoce como «Efecto Casimir», en honor al físico holandés Hendrik B.G. Casimir, quien propuso esta teoría junto a su colega Dirk Polder en 1940.
Un experimento «muy inteligente»
Durante décadas, los teóricos han predicho que un efecto similar puede producirse en un solo espejo que se está moviendo muy rápidamente. Según la teoría, un espejo puede absorber la energía de los fotones virtuales en su superficie y volver a emitir esa energía como fotones reales. El efecto sólo funciona cuando el espejo se mueve a través del vacío a casi la velocidad de la luz, lo que es casi imposible para los dispositivos mecánicos que utilizamos a diario.
Los físicos de Chalmers consiguieron evitar el problema utilizando una pieza de la electrónica cuántica conocida como dispositivo superconductor de interferencia cuántica (SQUID), que es extraordinariamente sensible a los campos magnéticos. De esta forma, el dispositivo actuó como un espejo y ajustando la dirección del campo magnético miles de millones de veces por segundo consiguieron «menearlo» a alrededor del 5% de la velocidad de la luz, lo suficiente para ver el efecto.
El resultado fue una lluvia de fotones saltando desde el vacío. Capasso cree que el experimento es «muy inteligente», y una buena demostración de la mecánica cuántica, aunque duda de que pueda tener algún efecto práctico. Sea como sea, para los físicos es un logro realmente emocionante.
Los universos paralelos existen realmente, según el descubrimiento matemático efectuado por científicos de Oxford, descrito por un experto como “uno de los desarrollos más importantes en la historia de la ciencia”.
Se dice que la teoría del universo paralelo, propuesta por primera vez en 1950 por el físico estadounidense Hugh Everett, ayuda a explicar los misterios de la mecánica cuántica que han desconcertado a los científicos durante décadas.
En el universo de “muchos mundos” de Everett, cada vez que se explora una nueva posibilidad física, el universo se divide. Dado un número de alternativas posibles resultantes, cada una de ellas se realiza en su propio universo.
Un motorista que se libra por un pelo de un accidente, por ejemplo, podría sentirse afortunado de haber escapado. Pero en un universo paralelo, otra versión del mismo motorista habría muerto. Y en otro universo más veríamos al motorista recuperarse tras una estancia en el hospital. El número de escenarios alternativos es infinito.
Es una idea extraña que ha sido descartada como fantasiosa por muchos expertos. Pero la nueva investigación realizada en Oxford demuestra que ofrece una respuesta matemática a los acertijos cuánticos, por lo que no debería ser descartada ligeramente – y sugiere que el doctor Everett, que era estudiante de doctorado en la Universidad de Princeton cuando propuso su teoría – podría estar en el camino correcto.
Según comentarios del doctor Andy Albrecht (físico de la Universidad de California, Davis) en la revista New Scientist: “Este trabajo será acogido como uno de los desarrollos más importantes en la historia de la ciencia”.
De acuerdo a la mecánica cuántica, no se puede decir que algo exista a nivel subatómico hasta que no sea observado. Hasta entonces, las partículas ocupan una nebulosa de estados “superpuestos”, en la que estas pueden tener simultáneamente espines “arriba” y “abajo”, o aparecer en lugares diferentes al mismo tiempo.
Las observaciones parecen “forzar” a la partícula a adoptar un estado particular de realidad, en un modo similar a lo que sucede a una moneda que esté girando por el aire, y de la que solo se podrá afirmar que muestra “cara” o “cruz” una vez que se la atrape.
Según la mecánica cuántica, las partículas no observadas se describen como “función de onda”, y representan a un conjunto de múltiples estados “probables”. Cuando un observador realiza una medición, la partícula es forzada a adoptar una de esas varias opciones.
El equipo de la Universidad de Oxford, dirigido por el doctor David Deutsch, demostró matemáticamente que la estructura del universo (con bifurcaciones como un árbol) creada por el universo al dividirse en versiones paralelas de si mismo, puede explicar la naturaleza probabilística de los resultados cuánticos.
A mediados de la década del 50, el Dr. Schumann quien prestaba servicios en la UTN de Munich, Alemania, descubrió un efecto de resonancia en el sistema Tierra-Aire- Ionosfera, que mostraba la particularidad de polarizarse e imponer posibles direcciones perpendiculares de vibraciones. En Física, a este efecto se le denomina “Onda transversal- magnética” y al descubrimiento del Dr. Schumann fue llamado, y es hoy conocido con el término de “Resonancia Schumann”. (Las resonancias son correlaciones de partículas. En un sistema de partículas en interacción, la aproximación al equilibrio de éstas se debe a las resonancias. Los campos en interacción también crean resonancias).
La teoría del Dr. Schumann, físico alemán, fue validada por la NASA: la Tierra está rodeada de un campo electromagnético poderoso que se forma entre el suelo y la parte inferior de la ionosfera situada a unos 100 km por encima de nosotros.
Ese campo posee una resonancia, más o menos constante, del orden de 7,83 Hz (hertz) o ciclos por segundo; similares al pulsar de un corazón. Esto funciona como si fuera un marcapasos, responsable del equilibrio de la biósfera, condición común de todas las formas de vida.
También se ha comprobado que el cerebro de todos los mamíferos (los seres humanos lo son) están dotados de esa misma frecuencia de 7,83 hertz. Un gran indicador del cambio de frecuencia es que nos estamos volviendo más intuitivos.
Empíricamente se ha constatado que no podemos ser saludables fuera de esta frecuencia biológica natural. Siempre que los astronautas, en razón de los viajes espaciales, quedaban fuera de la resonancia Schumann, se enfermaban. Pero sometidos a la acción de un \”simulador Schumann\” recuperaban el equilibrio y la salud.
Generalmente la Física que se sustenta en las teorías mecanicistas acostumbra a ignorar aquello que no puede explicar, pero en algunos países como Suiza, Suecia, Austria y Alemania muchos físicos y biólogos han estado experimentando con ondas resonantes estudiando sus variaciones y formulando nuevos proyectos en física cuántica.
Por miles de años la Tierra ha tenido esta frecuencia de pulsaciones y la vida se ha desarrollado en un relativo equilibrio ecológico. Sucede, sin embargo, que a partir de los años 80, y de forma más acentuada a partir de los años 90, la frecuencia se elevó de 7,83 a 11 y a 12 hertz.
El mecanismo de la fricción del núcleo y del magma en el centro de la Tierra se disparó y comenzó a generar: perturbaciones climáticas, mayor actividad de los volcanes y terremotos, crecimiento de tensiones y conflictos en el mundo y aumento general de comportamientos atípicos y erráticos en las personas, entre otros. Debido al cambio en la medición de la rotación de la Tierra por medio de la escala de Schumann , el día que era medible como de 24 horas, pasó a ser medida como si tuviera solamente 16 horas. Por lo tanto, la percepción de que todo está pasando demasiado rápido no es ilusoria, tendría una base real en este cambio en la resonancia Schumann. ¡El tiempo se esta acelerando! Recordemos, antes de que se lo pregunten, que el reloj NO es el tiempo, el tiempo noexiste y apenas lo medimos como una convicción para ordenarnos en el mundo tridimensional.
Si la Tierra detiene su rotación y la frecuencia de resonancia alcanza los 13 ciclos, estaríamos en el campo magnético del punto cero o 13 de la escala de Schumann que tiene como valores de medición el número 1 como un campo magnético muy alto y el 13 como un campo magnético muy bajo.
La ciencia reconoce a la RS (Resonancia de Schumann) como un indicador sensible de las variaciones de la temperatura y de las condiciones del clima. La RS fluctuante y las explosiones solares, pueden ser un factor en las severas tormentas, inundaciones y el clima de los recientes años.
Mientras que el ritmo del “pulso” de la tierra se esta elevando, la fuerza de su campo magnético, por el otro lado, esta declinando. De acuerdo con el Profesor Bannerjee de la Universidad de Nuevo México, el campo ha perdido hasta la mitad de su intensidad en los últimos 4.000 años. Y debido a que la fuerza de este campo es un precursor de las reversiones de los polos magnéticos, el Profesor Bannerjee cree que está en curso otra reversión. Como estos cambios cíclicos están asociados con las reversiones, los registros geológicos de la Tierra también marcan cambios previos en la historia. Y dentro de la enorme escala de tiempo representada, hubo bastantes de ellos (171 en 4.000.000 de años)
Una de las investigaciones, y quizás la más polémica, es que la manipulación de este tipo de ondas, estimuladas, constituyen una de las armas militares más sofisticadas del presente, ya que por medio de su creación artificial y a la vez exacta , dicha resonancia podría interferir en los procesos psíquicos de potenciales enemigos ya que se
presume que éstas ondas resonantes vibran, en ocasiones, en la misma frecuencia que las ondas cerebrales de los seres humanos y de todos los mamíferos en general. (Las ondas transversales magnéticas están generadas por impulsos electromagnéticos relámpagos y rayos. La frecuencia de la misma varía entre valores que van desde los 6 hasta los 50 Hertz, generalmente 7.8, 14, 20, 26, 33, 39 y 45 Hertz).
Volviendo a Schumann, diremos que según cuenta la historia, el doctor trabajaba en ese entonces, con sus alumnos universitarios, en cálculos y proyectos de potenciales eléctricos. En una oportunidad, les planteó el deber de calcular el potencial de dos superficies semiesféricas ubicadas a una determinada distancia entre sí y que eran
eléctricamente conductoras (similar al ensayo de chispa, entre puntas). Sobre la marcha del experimento, una idea ejemplificadora le trajo un pensamiento: “Aquí tenemos la tierra y la ionosfera. Consideren, como ejemplo, el diámetro de la tierra y el diámetro de la capa inferior de la ionosfera y calculen qué frecuencia propia resultar ahí”. Como todo cálculo experimental da por conclusión una serie de parámetros, hubo algunas diferencias respecto a otros ensayos realizados.
El Doctor Schumann tenía que verificar, si los cálculos que realizaban los estudiantes eran correctos y entonces obtuvo un resultado: +- 10 HZ por segundo. Este resultado que fue publicado en los suplementos de divulgación científica de la Universidad, uno de los suscriptores médicos de profesión que se interesaba por la Física, el doctor Ankermüller leyó los resultados y le sorprendió que estos dieran una frecuencia característica del ritmo Alfa de las ondas cerebrales, concordante , no por casualidad con los experimentos del Dr. Schumann.
El Dr. Ankermuller se comunicó inmediatamente con aquél y le dijo que su conclusión era sorprendente, que el ritmo Alfa de las ondas cerebrales coincidía con el ritmo terrestre y que había que comprobar si esto era verídico.
Presuntamente, el doctor Schumann, dijo que si esto era interesante para la medicina, deberían experimentar, y tuvo la idea de encargar el estudio a uno de sus alumnos que justamente tenía que hacer su tesis de doctorado. El graduado que debía desarrollar el doctorando se llamaba Herbert König, quien fuera más tarde yerno del Dr. Ernest Hartmann (descubridor de las radiaciones terrestres que afectan a los seres vivos) y posteriormente fue sucesor del Profesor Schumann en la Universidad de Munich.
El Dr. König, a través de muchas mediciones, pudo determinar luego que el valor exacto no era 10 Hertz, sino 7,8 Hertz la frecuencia del hipotálamo y es la única frecuencia que en todos los mamíferos, incluyendo el hombre, es tan exactamente común.
La frecuencia de 7,8 Hertz del hipotálamo es una constante normal biológica, y funciona como un marcapasos para nuestro organismo. Sin la existencia de esa frecuencia la vida no sería posible.
Esto se comprobó con los primeros viajes realizados al espacio fuera de la ionosfera en donde los astronautas, tanto los rusos como americanos, volvían de sus misiones espaciales con complicados problemas de salud.
Al someterse un tiempo fuera de la ionosfera les faltaba la pulsación de esa frecuencia vital 7,8 Hertz. Al comprobar esto se buscó como solucionar el problema lográndolo a través de generadores de ondas Schumann artificiales.
Los científicos espaciales hicieron muchos estudios interesantes al respecto. Uno de ellos, fue la construcción de una especie de bunker subterráneo aislado magnéticamente. Durante varias semanas de experimentos en ese lugar comprobaron que después de algunos días sometidos a una variación de frecuencia magnética, se producían en las personas afectadas los mismos problemas de salud: dolor de cabeza, faltade coordinación, disminución en la concentración, impotencia y alteraciones en el ritmo cardiaco. Luego comprobaron que si hacían ingresar a ese laboratorio de ensayos pulsaciones de 7,8 Hertz generadas artificialmente, por un breve tiempo, entonces las condiciones de salud de los voluntarios se volvía a estabilizar nuevamente.
Hay personas que sufren consecuencias de este tipo, cuando por causas meteorológicas, especialmente por las tormentas electromagnéticas solares, esas frecuencias de ondas Schumann se ven interferidas: especialmente problemas cardiacos. Modernas terapias biomagnéticas, hacen generosos aportes mediante aparatos generadores de ondas Schumann y de ondas geomagnéticas, retornando los efectos vitales necesarios para mejorar el entorno de todos los seres vivos sometidos a la contaminación
ambiental geopática (radiaciones nocivas).
La Tierra se comporta como un enorme circuito eléctrico. La atmósfera es realmente un conductor débil y si no existieran fuentes de carga, su electricidad característica se disiparía rápidamente. Existe una “cavidad” definida por la superficie de la Tierra y el borde interno de la ionosfera , a partir de los 10 Km. y más de 50 kilómetros arriba, hay un flujo de corriente vertical entre el suelo y la ionosfera +- 1800 Amperes según los cálculos. La resistencia de la atmósfera es de 200 Ohms. La capacidad de .25 faradios, el voltaje potencial variable es de 200.000 a 400.000 Voltios. Hay en promedio de más de 500 tormentas eléctricas en un momento dado en todo el mundo. Cada una produce de 0, 5 a 1 Amper de corriente y estas medidas se computan para medir la capacidad de corriente en la cavidad resonante de la Tierra. El gradiente de voltaje, es de 200 a 300 volts por metro, cerca de la superficie de la Tierra, y se reduce a unos 100 volts cerca del suelo.
Esto es posible medirlo, en los ambientes domésticos, por ejemplo, donde hay computadoras personales conectadas, se pueden producir voltajes inducidos de hasta 100 volts ó más, alrededor de los gabinetes contenedores (CPU), y sobre el piso en donde el operador del PC apoya sus pies.
Hasta ahora, cuando las propiedades de la cavidad electromagnética de la Tierra permanecen iguales, estas frecuencias se mantienen iguales. Presumiblemente existe algún cambio debido al ciclo de manchas solares y al cambio de la ionosfera de la Tierra como respuesta al ciclo de 11 años de actividad solar. Como la atmósfera de
la tierra lleva una carga, una corriente y un voltaje, no es nada sorprendente encontrar dichas ondas electromagnéticas resonantes, pues forman parte de dicha atmósfera y también son parte de nosotros, sus influencias nos llegan directamente y producen los efectos que hemos descrito. Las edificaciones modernas, en concreto las grandes
estructuras, los cableados de alta tensión , las torres de acero, las antenas de células, etc. forman grandes jaulas de Faraday que impiden la propagación de las ondas pertenecientes a este campo natural, y por ende afectan seriamente las frecuencias normales.
Cabe aclarar, sin embargo, que otras hipótesis afirman que las ondas Schumann influyen sólo en la actividad eléctrica de la atmósfera, desechando que las mismas intervengan también en el electromagnetismo terrestre.