Es bueno tener una buena comunicación con nuestro niño interior.
Hay que liberar al niño, y al adolescente. Si me pasé 20, 30, 50 años sin hablar con el niño, es posible que cueste hablar y que nos responda. Si comienzo ahora, voy a perseverar cada día hasta lograr la comunicación.
Una forma de comenzar a buscar y relacionarnos es buscar fotos de nuestra niñez.
Observarlas e intentar percibir qué sentíamos entonces. Es una forma de hacer contacto. Otra forma útil es hablarle al niño frente al espejo y con el apodo que usábamos en la niñez.
Buscar la figura más fuerte que influyó en mi infancia. Cuando fuimos rígidamente educados tenemos reacciones propias de esa educación.
Por ejemplo: soy perfeccionista, no me permito equivocarme y sufro mucho cuando lo hago. También exijo ese comportamiento de los demás. Es importante reconocer esos comportamientos y cambiarlos.
Un buen ejercicio es trabajar con dos fibrones, uno en cada mano.
Hago preguntas y escribo las respuestas espontáneamente, sin pensar, con la otra mano.
¿Fuiste bienvenido al nacer? ¿Fuiste aceptado? ¿Te amaron? ¿Te esperaron?
(Hacemos estas preguntas dirigiéndonos a nuestro niño interno)
Lo que escribo produce una emoción, sale algo de adentro que tiene una fuerza emocionante. Eso limpia.
Este ejercicio también es bueno para resolver conflictos actuales.
Con una mano dibujo la situación, y con la otra escribo las respuestas.
Fuente: Clases de Metafísica.